Os voy a contar una historia. Un cuento que habla de tres amigos que se juntaron para traer cada año lo que todos los niños necesitan. No son regalos, no. Lo que estos amigos, que además eran reyes, les daban a los niños era ilusión. Leed, leed.
La magia de la navidad
Durante siglos, los Reyes Magos fueron los únicos responsables de traer a los niños españoles los regalos que cada navidad llenaban de ilusión y magia miles de hogares. Era una época feliz y entre los tres se repartían el corazón de todos los niños del país.
En las ciudades organizaban cabalgatas, los padres se disfrazaban como ellos para ver felices a sus hijos, los niños se iban pronto a la cama y dejaban sus zapatos limpios bajo el arbol, y dejaban café y pastas. Todo era felicidad.
Lo inesperado
Pero entonces ocurrió lo inesperado. Alguien vino a romper esa felicidad y a arrebatarles el amor de los más pequeños. La globalización llegó, y con ella un nuevo competidor entraba en escena: Papá Noel. Con una operación de publicidad brutal, el anciano que llegaba del Polo Norte irrumpió en todos los hogares para romper el monopolio de los tres monarcas de Oriente. Lo vimos en la televisión, en el cine, en las campañas publicitarias de las grandes marcas, en los grandes almacenes y supermercados y en cada rincón de nuestras ciudades el blanco y rojo se hizo el color oficial de la navidad.
Papa Noel presentaba además una imagen muy atractiva para los niños. Llevaba un simpático reno con la nariz colorada, tenía un ejercito de pequeños elfos que trabajaban como esclavos todo el año para fabricar los mejores juguetes y, lo mejor, hacía la entrega de los regalos con dos semanas de antelación.
Al principio los Reyes Magos no se preocuparon demasiado: ¿quién iba a cambiar a sus camellos, la historia de la estrella, los zapatos o el belén por este anciano con la barba blanca y una risa demasiado estruendosa? Sería una moda americana que pasaría pronto, seguro.
Sin embargo, los niños que siempre habían querido a Melchor, Gaspar y Baltasar, empezaron a ver con envidia los regalos que sus amigos más avanzados habían pedido a Papá Noel y que podían disfrutar durante todas las vacaciones. Viendo la televisión, aprendieron decenas de historias acerca de Papá Noel y de su reno Rudolf, y empezaron a tomarle cariño.
La llegada de Papá Noel no fue inicialmente todo lo negativa que podría pensarse, porque al principio, más que restar regalos a los Reyes Magos, provocó un incremento de las peticiones infantiles, de modo que muchos niños pasaron a tener regalos en Navidad y en Reyes. Sin embargo, con el paso de los años, fue creciendo la cantidad de regalos que traía Papa Noel en detrimento de los que cargaban los camellos.
Los Reyes veían poco a poco como perdían el favor de los niños más mayores, y cómo los más pequeños de la casa empezaban a preferir a Papá Noel. Su mundo tranquilo estaba cambiando.
Volver a empezar
Un día, Baltasar, que siempre fué el más moderno de los tres, llamó a sus amigos y les dijo: creo que ha llegado el momento de asumir que lo que hacíamos está dejando de funcionar. Estamos perdiendo el amor de muchos niños, y cómo no reaccionemos pronto, un año nos encontraremos con los buzones vacíos de cartas y sin regalos que repartir. Es hora de que empecemos a hacer las cosas de diferente manera.
Baltasar había estado leyendo mucho y aprendiendo cómo usar la tecnología para comunicarse mejor con los niños y los padres. En uno de los muchos blogs que leía, un día vió una palabra casi tan mágica como él mismo: inbound marketing.
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